La relación entre el enfermo y su cirujano, reducida por una visión totalitarista del hombre y de la medicina, a la condición de un fugaz encuentro tecnológico, y desprovisto de modo brutal de las cualidades propias de una relación humana, auténtica y solidaria, comporta graves peligros. La era de management es la del perfeccionamiento de los ceremoniales de adoración al ídolo de oro de siempre, el dinero. En este caso, naturalmente, el dinero del comerciante intermediario en la salud. Con las indebidas intromisiones de las prioridades financieras en el acto médico, viene éste a ser despojado de una de sus condiciones más radicales: la confianza mutua; la preocupación -compartida por ambos protagonistas por el bien integral de uno de ellos, el paciente.